En Bali, decidimos alquilar una moto para explorar los famosos campos de arroz de Ubud. Con toda la emoción del paisaje, olvidamos que las carreteras no siempre eran las mejores y que las curvas en Bali pueden ser un poco traicioneras. Todo iba bien hasta que una curva cerrada nos tomó por sorpresa. Intenté girar, pero la moto tenía otros planes: nos deslizamos directamente hacia un campo de arroz.
Terminamos enterradas entre barro y plantas de arroz, mientras los locales que trabajaban en el campo nos miraban, primero con sorpresa y luego soltando unas carcajadas tan fuertes que nosotras no pudimos evitar unirnos. Fue un desastre total: ropa empapada, barro hasta las orejas y la moto atascada.
Lo mejor del momento fue cuando uno de los agricultores vino corriendo con una cuerda improvisada para ayudarnos a sacar la moto, mientras nos daba consejos (que no entendíamos del todo) en balinés sobre cómo manejar mejor. Cuando finalmente logramos regresar a la carretera, teníamos barro por todas partes y un recuerdo inolvidable. ¡Por suerte nadie salió herido, salvo nuestra dignidad!